Sunday, January 26, 2014

Camino solo por la carretera



Por Gonzalo A. Luengo O.

No recuerdo bien las fechas, pero sé que era el cumpleaños de mi primo hermano, Armando, en 2011. Llegué de estar con él y su futura señora, volviendo yo a mi casa, acá en Chillán, a eso de la 1am. Estaba solo. De pronto, me dieron ganas de comer un hot dog. Pero mi espíritu quería más, así que a esa hora partí a caminar hacia la autopista, así de simple, no hay más. Cuando empecé, no contemplaba todo lo que me demoraría y caminaría. Estaba estrenando zapatos nuevos, nuevísimos. Lo increíble es que ese mismo par de zapatos, dos años más tarde, me acompañarían caminando los 27 kilómetros de peregrinación al Santuario de Santa Teresa de los Andes por mi amigo de Los Ángeles. En fin, partí caminando desde mi casa como si nada, yendo hasta el borde de la ciudad.

 
Al borde de la ciudad

Todo estaba solo, no hacía mucho frío. Era octubre. 10 de octubre. Soy profesor y trabajo en una escuela que está junto a la misma autopista, a cuarenta minutos en bus; era increíble cómo llegué caminando al peaje que marca el límite y lo traspasaba, solo, en la noche, con la Luna llena. Saqué lecciones de lo que es caminar de noche y esa tuvo lo suyo: salir a caminar bajo la Luna es clave. De pronto me vi subiendo un paso nivel, un by-pass, era increíble caminar por donde mismo el bus se balancea cada día de trabajo o cada día que voy a visitar a mi amigo de Los Ángeles. Bajé esa gran curva levantada y me vi envuelto en la oscuridad más grande: olvidé que en la autopista no hay alumbrado público. La Luna fue clave, por eso lo decía.

 
La Luna de la madrugada del 10 de octubre de 2011 sobre el camino.


El by-pass

Y fue clave también andar con una chaqueta blanca, para que me vieran. Aunque en la escuela donde trabajo, gente de la autopista dio una charla donde nos explicaron que sin reflectantes, era imposible ver a alguien y claro, me podían haber atropellado. Pero continuemos. Seguí caminando hacia el sur. A medida que avanzaba, lo primero que me asustó fueron ruidos en los arbustos junto a la carretera: eran animales, vacas, por suerte. Tuve la suerte que justo el lado en que caminaba estaba cortado por el tránsito. Mientras continuaba, lo más complicado es que, como no hay veredas, tenía que saber dónde pisar en medio de los canales. Llegó un punto en que no podía seguir avanzando y tuve que saltar al camino sobre un canal tan profundo, que con la oscuridad parecía pozo. Mientras hacía el camino, iba escribiendo en Twitter y marcando mis coordenadas con GPS. Alguien que leyó, Udo Schweitzer, me llamó y me retó por lo que estaba haciendo. Su preocupación y dedicación me hicieron sentir bien en ese camino. Me dijo que mejor me fuera caminar solo a la montaña, que valía más la pena, aunque bueno, eso sería casi igual de peligroso. Su llamada y cuando me dijo eso, hizo que mi espíritu quisiera escapar, irme lejos, aún más lejos. Aún tengo eso dentro de mí. Pero el momento llegó, la primera luz: un estación de servicio Shell.


La Shell

Quería pasar a ver si había hot dogs, pero no quise, mi objetivo estaba un poco más lejos. Seguí. Los canales eran más complicados de evadir y en ese punto la autopista se abría y corría riesgo de ser atropellado. Pero lo bueno es que la Luna me dejó verlo todo más o menos claro. En ese entonces, la miopía que aqueja uno de mis ojos ahora, no la sentía mucho, además. Pero al fin, ahí estaba, eran las 2.20am y había llegado a un Pronto Copec, el último antes del de San Carlos para quienes vienen desde el sur y no entran a Chillán. Entré y pedí el hot dog a una de las trabajadoras. En unos instantes me lo entregó en las manos y me dijo «que tenga un buen viaje». Esa frase fue lo máximo. Me senté y lo comí. Salí después de botar la basura, pero antes vi los aviones de adorno que colgaban del lugar.


La Copec

Los aviones

Eran las 2.40am. Ahora que recuerdo, aproveché de cargar con dinero el chip con que navego por internet. Eso lo hice en la Shell que dije más atrás. Ahora iba de regreso. Volví a las tinieblas. En medio de la noche pude ver cómo estaba iluminada por una sola luz una estación de gasolina abandonada.

 
La gasolinera abandonada

Me pregunto quién está ahí, de noche, solo, vigilando. Una de las cosas que más amo de la carretera, son esas luces solas, que se ven a lo lejos, en medio del campo. Mi alma las interpreta, según siento, como esa esperanza, ese valor que hay en este mundo asqueroso. Cada vez deseo más volver a la carretera, a caminar de noche, viendo esas luces pequeñas, ignoradas, a lo lejos, la esperanza de un refugio. Pero bueno, seguí caminando y ahí estaba la Shell de nuevo. Creo haber pedido unas galletas para el desayuno además de la carga. Eran las 3am. El camino de vuelta fue igual, solo, muy oscuro.

 
Llegando a la Shell en la vuelta a casa

Me impacta haberme dado cuenta del golpe sobre mi cabeza, del golpe de las estrellas y la Luna, en un camino en que ya no hay luces del mundo. Media hora más tarde, alcanzaba a divisar desde lejos, de nuevo las luces de la ciudad.

 
De lejos, las luces de la ciudad.

Subía de nuevo el by-pass y me fijaba más en la ornamentación del lugar. El peaje, la gente que estaba en las cabinas. Miraba mis zapatos, estaban nuevos y ya llevaba unos 15 kilómetros caminando. Pero eran de buena calidad por lo visto. De hecho, aún los uso y son los únicos que tengo en estos días. Y al lado de los zapatos, un gato muerto.

El gato muerto

Recuerdo los gatos que he criado y cómo nunca vi sus cadáveres: simplemente se iban de casa. Algo de sabiduría tiene la vida y mucha gente, ya me pasó con alguien que simplemente me dijo que no quería saber más de mí y fue extraño, fue como ese gato que se va y nunca vuelve. Fue un favor: no vi los cadáveres, como el que veía ahora. Iba entrando a la ciudad. Ya estaban ahí los monumentos, una discoteca de la que desde lejos se percibían su ruido y beats.

Discoteca

Iba solo, escuchando, viendo señales de otras vidas a lo lejos, apreciándolas en la oscuridad del mundo. Y ahí estaba, cerca de casa: primero, me detuve en la cripta donde está Isabel Riquelme y Rosita O'Higgins.

Cripta de Doña Isabel Riquelme y Rosita O'Higgins

Ya me acercaba. Y me detuve como siempre en la placa que recuerda el Real Colegio de Naturales de Chillán, del siglo XVIII o anterior. Eran las 4.20am. Me fui a acostar, a dormir a eso de las 5.30. O 6am. Alcancé a ver la luz.

 
La placa en el sitio del Real Colegio de Naturales




Del Pronto Copec (punto A) al sitio del Real Colegio de Naturales de Chillán (punto B).

Gonzalo A. Luengo O.