Monday, December 29, 2014

Nuestro rechazo a lo vulgar y pobre («flaite»): causa de exterminio humano

Por Gonzalo A. Luengo O.
En las redes sociales hay de todo. Como en el mundo. Ahí surgían hace pocos días comentarios malos sobre la boda de un futbolista chileno, Arturo Vidal, quien invitó a su fiesta a sus amigos del barrio, los amigos de siempre. Decían que eran unos ordinarios, feos («flaites», incluyendo los novios y su boda por completo casi). Vidal nació en barrios de clase baja y al parecer es tan maduro que natural y libremente invitó a toda esa gente a una fiesta con pompa y muy costosa, donde fue incluso la Presidenta de la República. Eso me hace recordar al Papa Francisco y su ceremonia de inicio de pontificado, en que invitó a estar en la tribuna de familiares (adelante de reyes y otros jefes de estado mundiales), a un amigo de Buenos Aires que trabaja reciclando basura. Este amigo fue y se sentó con su overall de trabajo en tal histórica ceremonia. Así como muchos criticaban a Vidal, más de alguien creyó de mal gusto lo que hizo el Papa. La pregunta y la respuesta: ¿de dónde surgen esas críticas? Pues del miedo a nada y la construcción imaginaria de límites sociales.
Pensemos en esto: alguien se encuentra con un nido de hormigas. Y ve a todas las hormigas, juntas, en distintas posiciones y actitudes. Si se plantea, es innegable o muy lógico saber que todas esas hormigas son iguales en su origen, todas están juntas porque son de la misma comunidad, son hormigas al fin y al cabo porque están juntas. Y tienen su nido lleno de túneles y ahí viven. Insisto: es innegable que todas las hormigas son familia y cada una se complementa a la sociedad. En ese sentido, piensen en un extraterrestre que visita la tierra, que sin saber absolutamente nada de nosotros, ¿no pensará acaso lo mismo que nosotros pensamos de las hormigas? ¿No es lógico que todos estamos juntos y tenemos el mismo origen, somos humanos porque vivimos uno cerca del otro, en nuestros grandes nidos llamados ciudades, en casas junto a calles, etc.?
Pero hay un punto en que como sociedad nos hemos burocratizado tanto y definido tanto que nos hemos separado socialmente. Seguimos juntos y cerca, pero hemos contaminado nuestras mentes con pensamientos ridículos que nos hacen ver mal que Arturo Vidal o el Papa o cualquiera sean quienes son y encima encontramos de mal gusto que no desconozcan su origen y hagan lo que es lógico: abrazar a la persona que está cerca, ¡porque ya estamos cerca! ¡Reconocerse a sí mismos! Y siendo ellos mismos, son acogidos en un mundo que de igual forma contiene a otra gente distinta pero no diferente en su humanidad. ¡Somos polvo!
No sé quién fue el iniciador del miedo a nosotros mismos, a negar nuestro ser y origen, lo que no niega tampoco el lugar propio que ocupamos en la diversidad del mundo. Cuando vemos a padres de clase media buscando un buen colegio a sus hijos, vemos ese miedo: el miedo a que los niños terminen mezclados con sus vecinos menos afortunados, el miedo a volver a su origen: un Chile pobre y analfabeto que hoy es el Chile de los flaites. Padres que temen a su origen, a sí mismos, que buscan separarse. ¡Ridículo y sin alma! ¿Tan poco valen algunos que parece que al más mínimo roce con alguien distinto a ellos, van a dejar de ser quienes son? ¿Tan débiles creen que son sus valores que sus hijos caerán así de fácil en un imaginario pozo?
El miedo y rechazo al flaite, al pobre, al hediondo, al borracho, al depresivo, al homosexual, al asexual, al transexual, al mapuche, al drogadicto, al peruano, etc., no es más que un escupo al cielo que cae sobre la cara de la tropa de asustados que le ponen límites al mundo. ¿Qué pasaría si una colonia de hormigas empieza a tener la misma actitud? ¡Se extingue! Cuidado, señores, ¡no vaya a ser que los humanos nos extingamos por miedo a nosotros mismos!
Gonzalo A. Luengo O.

Saturday, December 27, 2014

El pecado de beber agua

Por Gonzalo A. Luengo O.

El 12 de febrero de 2013 fue un día en que me sentí bien y amado. Sabiendo que eso no dura para siempre (porque eso es vida), decidí libremente hacer de ese día, uno duradero a través de un símbolo: dejé de beber bedidas gasificadas. No he tomado ni una gota de bebidas desde entonces. Y eso me recuerda ese día. Pero eso es un tema particular para detallar en otro momento. El punto es este: ahora siempre prefiero tomar agua. Y cuando estoy sentado a la mesa con más gente, pido agua. Y vaya, ¡qué raro es tomar agua! De inmediato me preguntan si estoy enfermo o hacen comentarios sobre lo saludable que es (porque pucha que hay gente que gusta de consumir cosas 'naturales' y compran cualquier pomada saludable y bla, bla, bla). En fin: beber agua es raro. Si no bebes jugo o vino o bebidas, es raro. De hecho, unos norteamericanos escribieron hace unos meses su experiencia de vivir en Chile y rescataron este punto: beber agua es raro (pueden leer eso yendo a http://matadornetwork.com/life/8-ways-learn-chileans-really). Pero vamos al grano: lo que busco escribiendo esto es que el que lo lea, sepa que yo bebo agua, de la llave en lo posible, porque libremente a través de eso simbolizo algo que me alegró como pocas veces y este símbolo es un refugio y una honra a ese día. Que no lo hago por ser una vieja pionera en consumir stevia, chía y tés raros porque soy natural, deportiva y saludable y bla. No. Lo hago porque es mi historia, porque soy yo. Y si quieren hablarla, pues acá estoy como siempre.

Gonzalo A. Luengo O.

Thursday, December 18, 2014

La gente negligente: asesinos de pobres

Por Gonzalo A. Luengo O.
Es cierto, uno debe saber valerse por sí mismo, tener algo que nos ocupe y disfrutemos, para ser libres. ¿Pero qué nos hace humanos? Estar juntos, hacer comunidad, amar al prójimo. Todo cobra sentido ahí, los discursos de Luther King, las acciones de luchadores sociales, etc. Ahí hay vida, así se vive: juntos. Pero ahí mismo es cuando surge gente negligente, la muerte: te dan un abrazo, te acogen, te ilusionan. Y, de pronto, te das cuenta que esa gente no está, que desaparece. Porque la sociedad y el amor se construyen juntos y esta gente no pone de su parte, haciendo que el otro complete solo todo. Mal. Es gente pobre, su amor no es suficiente. Y el error de ellos es no haber sido responsables al verse a sí mismos y saber que no podían dar más. Esa gente es un peligro público, son una torpe ambulancia que te lleva a un hospital para que mueras en la sala de espera. Son negligentes. Por eso vale más la pena esa gente que te bloquea de partida, que no te ilusiona (aunque pueden ser peores al no hacer vida y evadirla). La gente negligente se muestra completa, se sabe cómo han salido adelante, son resilientes, etc. Pero eso solo alcanza para ellos. Y lo que dan, es un mero espejismo. Así, matan, matan al pobre que es menos que ellos. Son el mal comerciante de amistad, son los reptiles más sucios e irresponsables. Son gente que mata porque te dejan morir solo en la sala de espera a la que te llevaron. Son los estafadores más grandes, tan estafadores que sin darse cuenta, estafan y matan. Les es natural. Viven para sí mismos envueltos en una mafia que te engatusa con un amor falso. Son un ancla que no se amarró al barco. Asesinos. Parte del ejército de la gente a medias.
(Para leer más sobre la gente a medias, vayan a http://rbb.cl/a3xn).
Gonzalo A. Luengo O.